domingo, 11 de julio de 2010

Bienvenidos a lo absurdo


La explicación: muy sencilla. A oscuras, la luz del ordenador proyecta la sombra del mantel de la mesa sobre el techo.

La aplicación: bastante más complicada. Mi mente no ve una simple sombra, ve un ser que me acecha cada noche, que me observa cuando duermo.

Tan cotidiano como enigmático, tan oscuro como cálido, tan familiar como que soy yo mismo. Él aparece cuando sueño, y yo le relevo por la mañana, cuando no hay más que luz. Pero pierdo el control. Él cada vez intenta salir más temprano, y yo cada vez me dejo arrastrar más hacia la oscuridad.

Él ya sale de día, y yo le vigilo las noches. Nunca podemos estar juntos, me da miedo.

Él es mi odio, mi rabia y mi inspiración. Es un Yo que nunca existirá, que está muy alejado de cualquiera de los futuros que podré ver algun día. Él es la nada, pero para mí lo es todo.

Yo cada vez soy más él. Soy la nada para nadie, excepto para mí. Y con un simple vistazo a mi alrededor, puedo ver que todo seguirá siendo así.

No por mí, ni por él, sino por el resto del mundo.

Date por aludido.

Y al abrir los ojos, mi mente se vuelve a quemar. Vuelve a arder en el fuego de la incomprensión, en el de la inutilidad del ser que yo mismo creé, y que ahora me atormenta acechándome por las noches, y peor aún, por los días. Pero no me dice nada, solo me observa.

Y sigo sin comprender el porqué. El día ya es su dominio, pero me sigue dejando soñar. Quizás porque le gusta verme sufrir, o quizás porque quiere hacerme pensar. Quiere que recapacite, pero no despierto, no quiere que use la lógica, quiere que salga de mi Yo para poder ver las cosas como no son. Y las he visto. ¡Vaya si las he visto!

Y si hay algo que no me gusta hacer, es adelantar acontecimientos, pero puedo asegurar que el futuro que nos espera va a ser absurdo, muy absurdo.

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